Por el Tour, Alejandro Valverde ha olvidado el ciclismo. Este invierno, mientras su región, Murcia, veía hundirse en la crisis el monocultivo del ladrillo, a él le pagaban por no trabajar. Nada de bici. Sueldo millonario por pasear y echar el tiempo en el sofá. Se sentía extraño. Confuso. Por eso salió un día con sus compañeros de entrenamiento, con los que se preparaban para el Tour Down Under. Tiraron para la Cresta del Gallo, la cuesta murciana. Y allí los dejó atrás a todos. Entonces se quedó tranquilo: el talento no se entrena. Se tiene. Vuelta al sofá. Desde ahí llegó ayer a la tercera etapa de la Challenge de Mallorca. A la primera y ya estaba con los mejores. A 150 metros de la meta iba segundo, pero el primero, Quinziato, patinó y le tumbó. Sin más consecuencias que una victoria menos. Ha aprendido a no entrenarse. Ya sólo le falta saber darle la espalda a la batalla. Se lo exige su única misión en 2009: ganar el Tour.
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